Wilfredo Lam, el más universal de los pintores cubanos
En el Museo de Arte Moderno de Nueva York, y justo al lado de Las señoritas de Avignon, la obra maestra de Pablo Picasso, se encuentra La Jungla, óleo del genial artista cubano Wifredo Lam, reconocido como el más alto exponente de la plástica antillana.
Pero, ¿quién fue este artista que ha merecido el alto elogio de ser comparado con el mayor genio plástico del siglo XX?
Lam era hijo de un chino cantonés y una mulata sagüera, y fue precisamente su musa creativa la exuberancia cultural de su natal Sagua la Grande; una municipalidad de la provincia de Villa Clara, en la costa norte cubana, y a 280 kilómetros de la capital.
Fue aquí donde Lam tomó nota y se imbuyó del sincretismo religioso afrocubano y la santería que practicaba su madre, hija de una esclava del Congo. Precisamente ese mestizaje el artista lo hizo pintura, y luego lo impregnó de cubismo y surrealismo durante su estancia en París.
Y es que Wifredo Lam fue un hombre aventurero, viajero, siempre muy atento a lo nuevo. Si bien algunos señalan que en su obra hay guiños a Henri Matisse, los ritmos y colores del Caribe desdicen toda comparación posible.
Estando en París, el artista traba amistad con el genio Pablo Picasso a quien contagió con su fascinación por el tema africano, que en los cuadros del cubano era más que eso, porque Lam fue el primer pincel de la historia del arte que hizo de lo transcultural una razón de ser.
Reivindicó un multiculturalismo que no estaba particularmente de moda por aquel entonces. Con una obra descolonizadora, teñida de reivindicación social, en plena aparición del tercermundismo militante.
Lam fue consciente desde muy joven de la cuestión racial y sus implicaciones sociopolíticas tanto en Cuba, como en Europa y también en los EE UU, donde igualmente vivió un tiempo, de tal suerte la negritud y el cubanismo son una constante a lo largo de toda su obra.
Una obra que, si bien no es intelectualmente complicada, sí resulta difícil de catalogar, pues sus creaciones proponen un mundo mucho más esperanzado, y nos exigen un esfuerzo particular para adentrarnos en él.
Desde el universo cubista y constructivista de entonces, Lam consiguió una línea singular de gran claridad expresiva. En dicha etapa sintetiza todas sus sensaciones con personajes solitarios, existenciales, enfrentados a la rudeza de la vida; una tendencia que se ve acentuada por la parca utilización del color en sus cuadros.
Con motivo de la Segunda Guerra Mundial se vio obligado a regresar a Cuba, lo que enriqueció definitivamente su obra, pues supuso el reencuentro con su genuina afrocubanidad.
Fruto de ese regreso, expuso en la Galería Pierre Matisse la que sería su mayor obra, La Jungla, que fue adquirida por el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Hoy esa pintura se encuentra justo al lado de Les demoiselles d'Avignon, la genial obra maestra de Picasso, algo que demuestra el rol del cubano dentro de esa estética enunciadora de la modernidad.
Otras obras famosas de Lam son La silla, Maternidad y Tercer Mundo, varios de sus cuadros se encuentran en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, y algunos bocetos y creaciones menores en su ciudad natal Sagua Grande, en la galería que le está dedicada