Cinco personajes populares cubanos que las canciones y refranes no nos dejan olvidar
Así hay una serie de ellos que siguen vivos en la memoria popular, pero a veces se duermen un poco en el silencio y tienen que ser despertados y vueltos a presentar a las nuevas y no tan nuevas generaciones de cubanos para que continúen vivos, deleitándonos con sus interesantes historias que constituyen curiosas facetas de nuestra realidad común.
El Caballero de París
Merece ser mencionado en primer lugar, tan significativo fue su paso por La Habana que se erigió una estatua su honor: su figura a tamaño natural en bronce, obra del maestro José Villa Soberón, te espera frente la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, devenida en importante sala de conciertos de música de cámara, en La Habana Vieja.
Fue un sublime caballero dantesco de porte elegante, muy querido, que deambulaba por las calles de La Habana recitando poesías y narrando historias de príncipes a los que desearan escuchar, siempre gentil y lleno de bondad. Solía llevar un cartapacio de papeles y vestía de negro, nunca pidió limosnas y jamás fue violento o brusco.
Se comenta que es originario de la provincia de Lugo en España y arribó a La Habana, con 14 años, en 1913. Su nombre verdadero José María López Lledín. Solía vérsele en el Parque Central, la Plaza de Armas o la Quinta Avenida.
Una canción compuesta por el maestro Antonio María Romeu que interpretaba el popular y admirado cantante Barbario Diez, inmortalizó a este hombre especial y único. Su estribillo rezaba:
"Mira quien viene por ahí, !El Caballero de París!"
Olga la Tamalera
Los deliciosos tamales caseros de esta cienfueguera, un apetitoso manjar de la comida tradicional cubana, fueron los que la hicieron popular. Se los encargaban anticipadamente para cualquier festejo: cumpleaños, bodas, etcétera.
Los elaboraba a base de maíz tierno, rayaba la mazorca con un guayo, luego lavaba la masa hasta librarla de la molesta pajusa en que se convierte la cáscara por este procedimiento, la sazonaba con su toque único, le añadía carde de cerdo molida, su medida especial de pimienta y sal, la colocaba en hojas de maíz y la envolvía, amarra el paquete para que o se saliese la masa y los cocinaba en agua hirviente. Resultaban absolutamente exquisitos.
Su fama nacional y hasta internacional llegó en la década del 50, gracias a la popular y emblemática Orquesta Aragón, cuyo director, Fajardo, conoció a Olga y parece sus tamales lo impactaron e inspiraron a hacerle un canción que se popularizó inmediatamente e inmortalizó a la singular cocinera y sus tamales. Su estribillo reza:
Olga la Tamalera
cocina que se pasó.
Se los vende con pimienta
y el que los prueba se come dos.
Me gustan los tamalitos,
los tamalitos que vende Olga.
Pican, no pican
los tamalitos que vende Olga, Olga.
Si eres cubano.. ¿A que sí recuerdas esta melodía? ¡Seguro!
Clavelito
Nació en Ranchuelo, antigua provincia de Las Villas, hoy Villa Clara en 1908 y su nombre era Miguel Alfonso Pozo.
Primero vendía frutas y pollos por las calles, pregonando y voceando sus mercancías, luego formó parte del dúo "Moriano Clavelito" que fue escuchado en la emisora radial CMHI. Tiempo después, Armando Trinidad, la principal figura de la radiodifusión en la isla le dio la oportunidad de redactar las décimas de un exitosa novela radial de la RHC Cadena Azul "Pepe Cortés”.
Pasó después a forma parte del la CMQ, una de las más famosas emisoras del país donde trabajó por 13 años y luego pasó a Unión Radio, cuyo segundo dueño Ángel Cambó, le concedió la facultad de crear el programa radial que más quisiera. Nació de esta manera “"El vaso de agua de Clavelito", el programa radial cubano más escuchado de todos los tiempos.
Su famosa frase aún parecen escucharla quienes fueron sus oyentes
"Pon tu pensamiento en mi y verás que en este momento mi fuerza de pensamiento ejerce el bien sobre ti"
Sus seguidores colocaban un vaso de agua sobre el aparato de radio en sus hogares, y algunos afirmaban que el "vieron" el agua burbujear por el poder de la mente de Clavelito.
Se cuenta que algunas familias colocaban una botella en lugar del vaso, para que toda la familia bebiera de ella.
Liborio
Según el diccionario Larousse es el "nombre genérico del hombre cubano". Viene siendo el equivalente del "Tío Sam" estadounidense.
Simboliza al campesino cubano legítimo, con su guayabera blanca y su sombrero de yarey, machete en el cinto y pañuelo rojo en el cuello.
En las propagandas de la cerveza cubana La Tropical, el slogan afirmaba que esta era "La bebida de Liborio".
Muchos cubanos cuando el gobierno hace algo siempre se quejan diciendo "Claro, ellos hacen de las suyas y ¿quien paga? ¡Liborio!.
La Macorina
María Calvo Nodarse era su nombre. Su fama llega hasta nuestros días a través de una canción muy popular interpretada por el gran sonero Abelardo Barroso, cuyo cuyo estribillo rezaba: "Ponme la mano aquí Macorina, que me muero, Macorina". Se repite y luego...pon, pon, pon, Macorina, pon, pon".
Pues se trataba de una hermosísima mujer del pueblo de Guanajay, que escapo de su hogar raptada por su novio. Llegó a la Habana, se cansó de la vida de privaciones que vivía con este, lo abandonó y comenzó a ejercer la prostitución de manera muy selectiva entre hombres poderosos y ricos.
Fue dueña de cuatro lujosas mansiones: dos en el vedado, una en La Habana Vieja y otra en Centro Habana, de costosísimos caballos, nueve automóviles europeos, de hecho fue la primera mujer en tener licencia de conducción en la isla, joyas de inmenso valor y pieles. Gastaba 2000 pesos al mes, más lo que enviaba a su familia que era muy numerosa.
Además de canciones, incluidas las de las populares charangas de Bejucal, pintores de renombre la pintaron.
Pero sus anos de juventud pasaron, la situación del país empeoró y la Macorina tuvo que vender todos sus bienes y terminó totalmente pobre, alquilada en cuarto de una familia en La Habana.