Conoce el Cafetal La Isabelica, único museo representativo de la inmigración franco-haitiana en Cuba
La Isabelica, Patrimonio de la Humanidad declarado por la UNESCO y Monumento Nacional de Cuba, es el único museo representativo de los cafetales construidos por la inmigración franco-haitiana en la región oriental del país, se ubica a 26 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba, en la cordillera de la Gran Piedra a mil 119 metros sobre el nivel del mar.
Las ruinas del cafetal tras una ardua y profunda labor de investigación arqueológica y de restauración llevada a cabo por el destacado arqueólogo y estudioso Fernando Boytel Jambú fueron convertidas en el museo en el primer trimestre de 1961.
Resultó ser el segundo museo creado en el oriente del país después del Emilio Bacardí y el primero fundado luego del triunfo revolucionario de 1959, según aseguró a Cubaconecta la que fue su primera directora, Raquel Ramos Aranda, quien inició y garantizó el registro de gran parte del inventario, así como el control de todos los objetos museables muebles e inmuebles, tanto de la vivienda como las áreas productivas de La Isabelica.
El Cafetal era propiedad del francés Víctor Constantan Couzo, quien como muchos colonos franco- haitianos huyó de la revolución de Haití acaecida en 1791 y se estableció en esta zona montañosa del oriente cubano a dónde trajo además de las avanzadas técnicas para el cultivo del café, el refinamiento y la elegancia de los salones de la perdida colonia francesa. Vivía con Isabel María, una bella mulata, por amor a la cual le dio el nombre de Isabelica a la finca, cuya dotación era de veinticinco esclavos y la incluía también a ella, que siempre le perteneció en papeles. La casa de dos pisos tardó una década en edificarse y fue destruida y quemada durante la guerra de independencia.
El estilo de la construcción era vernáculo, pues funcionaba como vivienda y área productiva a la vez y era considerado de avanzada pues se basa en un muro de piedra y estructura de madera, con una pieza inclinada denominada viga antisísmica, que posibilita la transmisión de las fuerzas horizontales del temblor hacia los planos inferiores. Mecanismo considerado el primer detalle antisísmico de una construcción hecha en Cuba, de acuerdo con la Oficina del Conservador de la Ciudad.
El actual museo consta de 17 salas de exposición y exhibe 598 objetos, una gran parte de ellos encontrados en las numerosas excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en las zonas aledañas a las ruinas, y otros legados y donados por descendientes de colonos franceses.
En la planta baja está el almacén de café donde se introducían gatos para evitar la proliferación de ratas. Al respecto amplía Raquel, que se levantan del piso unos pequeños muros de 30 cm de alto con oquedades para que los felinos pudieran circular, sobre los cuales se colocaba un entablado y encima de este se acomodaban los sacos del preciado grano.
También aquí se halla el cuarto de herramientas con los instrumentos de uso doméstico, agrícola y represivo; el cuarto de máquinas entre las que figuraba una aventadora y una despulpadora. A pocos pasos de estas se halla el escalofriante hueco en el suelo donde era colocado el vientre de las esclavas embarazadas para proteger a al futuro bebé, cuando eran azotadas por cometer alguna falta.
La parte superior alberga la vivienda que posee un sistema hidráulico magnífico el cual permite escurrir con facilidad el agua de lluvia. De su mobiliario resalta un piano, una hermosa cama de bronce y un escritorio que, según Fernando Boitel, perteneció a una hacienda visitada por el Apóstol José Martí el 1ro de mayo de 1895, quien escribió en este mueble la nota de su diario de campaña de ese día. Llaman la atención además un asombroso reloj de sol de la época y la campana.
Entre las salas exteriores figuran la tahona o molino, el horno de cal. Este material, abunda Ramos Aranda, se empleaba en la construcción, en la preparación de los suelos para el cultivo y también para proteger el café de la humedad. Otras áreas externas son el aljibe y la barraca pequeña donde las esclavas domésticas dormían.
Otro de los grandes atractivos de la Isabelica es la extraordinaria belleza del paisaje circundante y las espectaculares vistas que pueden disfrutarse desde casi todos los ángulos del museo, matizadas por el maravilloso sonido de la naturaleza.
Dos kilómetros separan a la Isabelica de La Gran Piedra cuyo nombre se debe a una enorme roca que corona la montaña. Este lugar forma parte del Parque Baconao sitio declarado por la UNESCO como reserva mundial de la biosfera y posee una rica fauna y flora de gran diversidad y endemismo.