Piscina de Monsieur Claude, la enigmática poceta que no deja de asombrar a los científicos
Un increíble pozo rectangular ubicado en la costa matancera, donde belleza, historia y ciencia se dan la mano.
Entre escabrosos riscos, allí donde los zapatos del viajero parecieran sucumbir ante el diente de perro, y las gaviotas se lanzan a pescar, la mirada se nos queda presa como el propio mar, en una increíble poceta de color azul turqueza.
Muchos desconocen su existencia. Otros no saben de qué se trata y sólo admiran su belleza. Sin embargo, la Piscina de Monsieur Claude tiene mucho que contar sobre un experimento de alcance mundial, suscitado en 1930, en este tramo de la costa matancera, a 100 kilómetros de La Habana.
Solo los conocedores del entorno costero yumurino, o los más aventureros visitantes, que se adentran en el litoral en busca de nuevos episodios y paisajes agrestes, han visto de cerca este enigmático pozo rectangular.
La llamada popularmente Piscina de Míster Claude, es uno de esos sitios prácticamente desconocidos de la geografía cubana y, por lo tanto, muchos ignoran también que detrás del enigmático paisaje, existe un hecho que convirtió a la ciudad de Matanzas en una potencia pionera en la obtención de energía.
El 6 de octubre de 1930, la bahía de esta urbe fue testigo de un lance tecnológico de alcance mundial al inaugurarse en su costa noroeste, la primera planta termo-marítima de todo el orbe.
Un osado experimento científico llevado a cabo y puesto en explotación por el científico galo George Claude, quien, apoyado por un grupo de técnicos y obreros cubanos, logró convertir la diferencia de térmica de las aguas en energía eléctrica.
O sea, la iniciativa consistía en aprovechar las diferencias de temperatura entre la superficie marítima de la bahía de Matanzas con aquellas aguas más profundas, a casi un kilómetro de hondura.
El investigador Claude había explorado varios países en busca de un sitio adecuado para instalar una planta experimental y sería la bahía de Matanzas el lugar donde encontraría las condiciones óptimas para poner a prueba sus innovadoras hipótesis.
La mañana de la puesta en práctica ante las autoridades políticas, científicos de la Academia de Ciencias de La Habana, y por supuesto de una nutrida representación de la prensa, el científico francés, demostraba ante atónitos ojos, la maravilla científica que se mantuvo generando 300 kilowatts por hora durante 90 días.
Más de un millón de pesos fue el costo total de la ambiciosa inversión, que más que erigirse como planta generadora buscaba demostrar una interesante teoría que posteriormente permitiría el desarrollo de esa fuente de energía en países como Australia, Estados Unidos, Japón, la India y Taiwán.
Hoy solo queda, como huella incuestionable de aquella primicia mundial, el pozo rectangular, destinado al enfriamiento marítimo, y también algunos conductos tallados en la roca costera.
Muchos yumurinos desconocen el origen este enigmático lugar, pero casi todos hacen referencia al lugar como La Piscina de Míster Claude, cuando en apego a la realidad debería ser, la piscina de Monsieur a partir del origen galo del científico.
De cualquier manera, sigue tratándose de un sitio de indudable belleza, y que sigue despertando la admiración de científicos y estudiosos de todas partes del mundo, mientras que cada vez son más los visitantes que desafían el terreno, para llegar hasta aquí.