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Torre Iznaga

Torre Iznaga, ese misterioso rascacielos de los campos cubanos

Ubicado a solo quince kilómetros de la Santísima Trinidad de Cuba, una de las primeras villas fundadas por los españoles en la isla, se encuentra el Valle de los Ingenios; y en ese reino tan peculiar, casi agujereando los azules cielos del caribe, se encuentra la mítica Torre Iznaga.

Se trata de una “aguja” de ladrillos en medio de la planicie, con una altura de 45 metros, estructurados en siete niveles de bases geométricas diferentes y 184 escalones hasta llegar al campanario.

La construcción se realizó con ladrillos de barro cocido y mediante el uso de un mortero de arena y cal, lo cual unido a la ingeniosidad y sapiencia de sus ingenieros, dotaron a la torre de una resistencia que le ha permitido llegar hasta hoy, sorteando tempestades y huracanes.

Se trata de una obra vetusta y colosal que nos habla del poderío económico de su dueño, pero calla ante los motivos secretos de su construcción. Pocas edificaciones han generado en la memoria colectiva del pueblo trinitario tantos mitos y leyendas como la Torre Iznaga.

¿Envidia o celos?

Muchos aseguran que el origen de la torre no fue otro que el amor ciego, y los desenfrenados celos del señor Alejo Iznaga, quien había desposado en julio de 1825 a una bellísima mujer de la zona, llamada Juana y 20 años menor que el rico hacendado. Según se cuenta, la belleza proverbial de la joven y su excesivo donaire provocaron que el esposo, en ciego arrebato, construyera esta torre para confinar a su princesa, y reducirla así al exclusivo deleite de sus ojos.

Los que así cuentan son los mismos que aseguran que en las noches trinitarias es posible escuchar aún los sollozos juveniles que se escurren desde la alta torre, pues el espíritu de Juana aún merodea el lugar. Otros, sin embargo, aseguran que la edificación fue el fruto de la rivalidad entre dos hermanos por alcanzar el corazón de la misma joven.

 

Torre Iznaga

 

Pedro, el hermano de Don Alejo Iznaga, era dueño de una finca cercana y se había edificado una admirable mansión, con el pozo más profundo de toda la comarca, alcanzando los 45 metros de profundidad. Una hazaña ingenieril que todavía hoy puede disfrutarse, y que desde aquel entonces le valía elogios desmedidos por parte de los pobladores. Aquel pozo también le otorgaba gran popularidad entre las mujeres, que lo veían como un excelente candidato matrimonial.

Ese hecho despertó la envidia de don Alejo que decidió superar la osadía constructiva de su hermano con una obra aún más admirable. Si bien aquel se había adentrado en las profundidades de la tierra, él con su torre de 45 metros de altura tocaría el cielo con las manos. Y tanta fue su dicha que al culminar la obra consiguió desposar a la bella Juana.

Sin embargo, otras versiones de mayor pragmatismo explican la construcción de la torre desde el interés de la familia de disponer de una atalaya para avistar desde lejos el arribo de los barcos piratas por la costa sur trinitaria o mantener a raya las fugas y revueltas de la masa esclava.

 

Torre Iznaga

 

No obstante, a juzgar por sus valores estéticos, la famosa Torre Iznaga, parece haberse ideado también desde el placer que genera la ostentación, como un símbolo del poderío económico de aquella familia tan acaudalada.

Lo cierto es que el monumento ha transitado por varios siglos y a día de hoy está reconocido como el mejor referente entre las torres vigías de la isla de Cuba. Gracias a la obra restauradora que devolvió la seguridad a sus pisos de madera, es posible subir hasta la cúspide, bien para imaginar el calvario de la pobre Juana, o para divisar como lo hiciera el famoso hacendado, aquellas vastas posesiones, hoy declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad.