La Lonja del Comercio de La Habana
Mirando la vetusta Plaza de San Francisco de Asís, en pleno corazón de la Habana vieja, un impresionante y sobrio edificio ocupa la pequeña manzana que conforman las calles Lamparilla, Oficios, Obrapía y Baratillo.
No se trata de una edificación cualquiera, esta es, para muchos, una de las verdaderas joyas arquitectónicas de la capital cubana. Y así lo atestiguan los cientos de visitantes que a diario frecuentan el espacio admirados por su prestancia y sobriedad.
Si hoy La Habana forma parte de esa selecta lista de Ciudades Maravilla del mundo moderno, ello se debe en gran medida a la existencia en esta urbe de edificios tan regios e impactantes como el de la Lonja del Comercio.
En el mirador del edificio reluce una sobria cúpula rematada con la escultura en bronce del Dios Mercurio, obra del escultor italiano Juan de Bolonia, y que saluda el vecino edificio de la Aduana, el típico lugar donde se desarrollaban negocios y reuniones de comerciantes.
Y es que para 1907 las actividades habían crecido a tal punto que las autoridades de la isla decidieron crear la Lonja del Comercio de La Habana, una ciudad que amprada por su envidiable posición geográfica y al calor del tutelaje estadounidense resultaba un destino prometedor para los hombres de negocios.
De tal modo este sobrio inmueble fue inaugurado en el año 1909 tras un concurso de proyectistas en el que resultó ganador el arquitecto español Tomas Mur, quien contó con la colaboración del ingeniero cubano José Toraya Sicre, y el ejecutor de la obra fue la compañía Purdy and Henderson.
Solo dos años bastaron para ver el surgimiento de este coloso de acero y hormigón armado a solo unos pasos del litoral capitalino, y retando la enorme torre del convento de San Francisco de Asís, en la propia plaza de este último.
En sus inicios, en el primer piso radicaron los almacenes y la bolsa, mientras que en la segunda y la tercera planta se concentraban las oficinas de la Lonja. Ya los pisos cuarto y quinto se reservaban para el alquiler a las casas importadoras y agencias aduaneras.
No obstante es necesarios señalar que en el año 1939, se le añadió otro piso, manteniendo los atributos arquitectónicos esenciales del inmueble.
Posteriormente, y ya con la apertura económica de los años 90 el edificio fue destinado a brindar un servicio de excelencia a las firmas y empresas que disponen de oficinas en esta instalación.
En 1993, la Oficina del Historiador de la Ciudad, de conjunto con la Corporación Bancaria Española "Argentaria" se propuso recuperar el regio edificio y restaurarlo para su actividad mercantil. Fue entonces cuando comenzó la restauración y modernización de La Lonja del Comercio y toda su área circundante de once mil 851 metros cuadrados.
A partir de los estándares internacionales se mejoraron los ventanales y servicios sanitarios, las escaleras de emergencias, sus galerías, y también se instalaron cuatro elevadores panorámicos con vistas a la bahía.
De gran importancia sería la restructuración de los locales interiores, y la apertura de una cafetería y un bar, un restaurant, así como varios salones multifuncionales, servicios de telecomunicaciones, climatización, iluminación, detección de incendios e intrusos a través de servicios automatizados.
Hoy, en pleno corazón del centro histórico habanero el visitante se admira frente a sus ladrillos pardos con este inmueble de exquisita terminación y elegancia. Vale la pena sin dudas visitar esta joya arquitectónica habanera y las innumerables atracciones turísticas, recreativas, y culturales que conforman su entorno.