Plaza Vieja de La Habana, postal de siglos pasados
La bellísima capital de Cuba, cuyo centro histórico es Patrimonio Cultural de la Humanidad, surgió hace casi cinco siglos bajo el nombre de San Cristóbal de La Habana. Hoy en su núcleo más vetusto luce increíbles conjuntos arquitectónicos que nos hablas precisamente de esa increíble historia de la que ha sido protagonista.
La que un día fuera su plaza nueva, es hoy conocida como La plaza Vieja, y acoge en su centro los más diversos recuerdos de la época colonial, hoy devenidos en singularisimos atractivos para el visitante.
Varios inmuebles con una historia secular, objetos vinculados a la cultura, el comercio, la religión e incluso la cocina popular se expanden en un espacio relativamente pequeño, para el disfrute de los turistas que buscan conocer la principal urbe de la mayor de todas Las Antillas.
En sus inicios y ulterior desarrollo, La Habana tomó una forma bien particular en torno a cinco grandes plazas, distribuidas por diferentes puntos de la ciudad Estas eran, La Plaza de Armas o Mayor, la de San Francisco de Asís, la Ciénaga o del Santo Cristo y la Nueva, hoy conocida como La Plaza Vieja.
La ordenanza para la construcción de esta última fue dirigida hacia 1586, pero solo se concretó en la segunda mitad del siglo XVII, cuando se convirtió en el sitio ideal para los vecinos de la urbe, pues allí intercambiaban las noticias mas recientes, practicaban trueques comerciales o sencillamente tomaban fresco en los fatigosos veranos de Cuba.
Nombrada primero como Plaza Nueva, se erigió rodeada por las calles de Muralla, Teniente Rey, Mercaderes y San Ignacio, y convertida además en área residencial de lo más selecto de la burguesía criolla hasta el siglo XVIII.
Su apelativo se cambió luego por “Vieja” al surgir la Plaza del Santo Cristo algunos años después, cuando en 1835 acogió el Mercado de la Reina Cristina II, una de las primeras pescaderías surgidas también en un parque de tipo republicano.
Cuba, que como sabemos se caracteriza por una mezcla increíble de estilos arquitectónicos, reflejó en las edificaciones que bordean la zona de la mencionada plaza, esa rica arquitectura, con palacetes de portales arcados y comercios de las mas vistosas fachadas, según las influencias de sus creadores.
La irrupción del siglo XX llevó incluso a la conversión de la plazoleta central en un estacionamiento soterrado hacia 1952, hasta recuperar paulatinamente su entorno habitual, con los trabajos realizados en los últimos años, a cargo de la Oficina del Historiador de la ciudad.
La detallada labor de los conservadores y restauradores consiguieron que la Plaza Vieja reconquistara para los visitantes su viejo pavimento adoquinado, con una fuente justo en el centro que constituye una réplica en mármol de Carrara de la que antaño ofrecía sus aguas a los vecinos, pero hoy con un propósito netamente decorativo.
Varias edificaciones complementan el atractivo del lugar, pues en su perímetro se encuentra el Fondo de Bienes Culturales, situado en el vetusto palacio de los Condes de Jaruco, construido en la primera mitad del siglo XVIII.
Sin embargo, la vivienda más antigua del entorno corresponde al lugar donde vivió Don José Martín Félix de Árate, considerado el precursores de los historiadores de La Habana, además de museos, hoteles y centros recreativos.
La presencia de sitios como nuestra Plaza Vieja completan la exquisita oferta que ofrece la capital de Cuba a sus visitantes, varios siglos después conserva un especial atractivo en su centro, donde el tiempo parece haber detenido su marcha para deleitarnos a todos los que lleguemos hasta allí.