Camagüey, la legendaria ciudad de los tinajones
En una ciudad cubana, desde tiempos inmemoriales llamaba la atención la inexistencia de aljibes. Los lugareños recolectaban el agua de lluvia y de beber en inmensas tinajas, que con el tiempo se convirtieron en el símbolo absoluto de la bella ciudad del Camagüey, ubicada hacia el oriente del país, y a unos 540 kilómetros de La Habana.
Entre los agramontinos el tinajón es el símbolo camagüeyano por excelencia, se trata de la representación lugareña más enraizada durante siglos. A partir de su existencia a Camagüey se le conoce en todo el mundo como la "Ciudad de los Tinajones".
Ese recipiente tiene sus antecedentes en la vasija andaluza, y fue la solución con la que alfareros procedentes del sur de España, asentados tempranamente en Puerto Príncipe, actual Camagüey, cambiaron los almacenes de agua por estos recipientes antes empleados para guardar granos, vinos o aceites.
Si bien los tinajones se elaboraron masivamente en nuestra región a partir del siglo XVII, no son privativos de ella. Se hicieron también en otros lugares de Cuba como Trinidad y Sancti Spíritus, pero inclusive, en la América del Sur, en países como Chile y Perú, donde se forjó la tradición alfarera de la civilización precolombina.
Del lodo rojo de la Sierra de Cubitas al norte de Camagüey, comenzaron a fabricarse los tinajones desde el año 1600, según crónicas de la época, a pesar de que no hay hoy día ningún tinajón inscrito con fecha tan remota. La más vieja es de 1760, y su fabricación Su producción tuvo el mayor auge en las primeras décadas del siglo XIX.
Desde 1868 ya con el inicio de las contiendas independentistas, quedó casi cerrada esa producción, y no se restableció 1895, para luego dejarse por completo. Lo cierto es que todo hogar del Camagüey tenía al menos un tinajón en su portal o patio.
Las aguas guardadas entre las frías paredes eran usadas para beber y cocinar, ya en el siglo XX existían en la ciudad más de 16 mil tinajones. Hoy apenas quedan unos 2500 de los originales. Muchos de los que hoy adornan jardines y parques fueron fabricados con posterioridad a 1976, cuando se rescató esa tradición alfarera. De uno a otro siglo los tinajones fueron variando la forma.
En esencia siempre quedó un modelo clásico que ha llegado hasta nuestros días. El típico tinajón camagüeyano es aquel de voluminosa anchura, unas líneas geométricas delimitadas y cresta amigdaloide.
Distintas historias lo tienen como escondite propicio para donjuanes pueblerinos sorprendidos en pleno romance, en terreno ajeno. Se dice que en 1875 un soldado mambí visitaba a su hijo enfermo en la ciudad, cerca de la histórica Plaza de San Juan.
El ser fue delatado y pudo salvarse de ser capturado por los guardias civiles españoles que lo buscaban, escondiéndose dentro de un voluminoso tinajón. La imaginación de decenas de artesanos jugueteó con el blando barro en disímiles inscripciones y motivos ornamentales.
Lo cierto es que el torno siguió girando generación tras generación, y los maestros alfareros sentaron las bases de la actual cerámica camagüeyana. Y claro, junto a esta nueva generación, en los típicos patios del Camagüey legendario, sudando su frescura humedad de siglos, entre palmillas, flores y begonias, todavía vigilan el tiempo los grandes e hinchados tinajones.