Sabanalamar: un bosque que descansa sobre el más puro cuarzo
Sabanalamar es un área protegida famosa por el peculiar bosque sobre arenas blancas de 5600 hectáreas que atesora, el cual alberga más de 160 especies florísticas, endémicas muchas y se ubica a 5 kilómetros del pueblo de Sábalo, en el municipio Guane y a 50 de la ciudad de Pinar del Río, la más occidental de Cuba.
Este interesante recinto natural, localizado a 180 kilómetros de La Habana, limita en su lado norte con la Cordillera de los Órganos, con la playa Bailén al sur, el municipio San Juan y Martínez al este y el río Cuyaguateje al oeste. Se puede acceder a él por la conocida carretera Central, una de las maravillas de la Ingeniería Civil cubana.
Pero son más las sorpresas que tiene este refugio de flora y fauna de casi seis mil hectáreas, cuya floresta nace y se desarrolla sobre un suelo formado por depósitos de gravas, arenas y turbas pertenecientes nada menos que al período cuaternario, hace casi dos millones de años atrás. Resulta que el sitio es "una llanura marina acumulativa" dotada de un gran contenido de cuarzo con un grado de pureza de un 98 por ciento.
Existe en Sabanalamar un sendero denominado Arenas Blancas cuya forma de herradura posibilita retornar al punto de partida sin repetir el mismo recorrido de regreso.
Esta área protegida, además, es toda una curiosidad científica. Sus especies vegetales fundamentales son poblaciones de pinos y mangles y especímenes de agua dulce que se multiplican en los dos ríos que pasan por ella: el Sábalo y el ya citado Cuyaguateje, así como varias lagunas existentes en la zona. En estas regiones lacustres prolifera una vegetación propia de este hábitat que comprende plantas insectívoras y otras acuáticas.
La planta más singular que crece en Sabanalamar es la Plynia octoclade, un curioso arbusto diminuto, exclusivo de este sitio, que actualmente se encuentra en peligro de extinción.
Ceibas y robles centenarios sirven de abrigo al significativo números de aves que viven en el este lugar, único de su tipo en Cuba. Estamos hablando de 105 especies dentro de las cuales se destacan el tocororo, la cartacuba, colonias de diferentes tipos de palomas y el pájaro carpintero.
Y hay más, existe también aquí un centro de reproducción del cocodrilo americano que ha jugado un papel decisivo en el rescate de este reptil, poniéndolo a salvo de la amenazada que representaban para él la caza furtiva y el deterioro de su hábitat natural.
Este criadero ha garantizado la supervivencia de tres generaciones de familias del animal desde su fundación hace dos décadas. Cuenta hoy con 719 ejemplares de distintas tallas y edades que han sido distribuidos para protegerlos en el lago y –a los más pequeños– en cubículos. Además de esto, cada año libera al 16% de los animales desarrollados en condiciones ideales de cautiverio que arriban a la etapa adulta, depositándolos en el medio natural.
En los espejos de agua del criadero se garantiza el crecimiento seguro de los ejemplares jóvenes del cocodrilo americano narigudo o cocodrilo de Tumbes que es muy vulnerable en estas etapas iniciales de su vida y sin embargo en su edad adulta es increíblemente fuerte.
Los estudios pormenorizados acerca de los valores de la biodiversidad de Cuba han permitido establecer las áreas más relevantes desde el punto de vista ecológico, así como social, histórico y cultural del país y concebirlas como áreas protegidas, en las cuales se garantiza la conservación y uso sostenible de la biodiversidad cubana.
Esto último es una prioridad dentro del Programa Nacional de Medio Ambiente y Desarrollo de la Isla y un compromiso del Estado cubano como parte firmante del contrato de la convención sobre diversidad biológica.
Y precisamente Pinar del Río es la provincia con mayor número de áreas protegidas. Estas ocupan el 22% de la superficie del territorio y también posee dos declaradas como Reservas de la Biosfera por la UNESCO: la Sierra del Rosario y la península de Guanahacabibes ambas lugares de extraordinarias riqueza y belleza naturales.