El Capitolio: majestuoso guardián de La Habana
Las ciudades tienen sus testigos, sus moles de piedra y mármol que observan y participan de todo, que resisten como pueden al tiempo y se convierten en escenografía del día a día o elegante telón de fondo de la cotidianidad. El Capitolio de La Habana es, desde hace casi un siglo, un símbolo de la ciudad y un compañero de sus historias. Para los habaneros es sentido de pertenencia, tesoro muchas veces desapercibido por conocido; para los cubanos de otras zonas es meta, lucimiento y foto obligada.
Aunque el proyecto, a imagen y semejanza del norteamericano, fue ideado en torno a 1912, escollos y desacuerdos previos hicieron que la construcción se iniciase en 1926 y que fuera finalmente inaugurado el 20 de mayo de 1929, durante el gobierno de Antonio Machado. Fueron necesarios más de tres años, cinco mil obreros, 17 millones de pesos e ingentes cantidades de piedra caliza, granito y 58 variedades de mármol cubano para levantar este edificio con una cúpula de más de 90 metros de altura y 32m de diámetro rematada con una réplica de la estatua de bronce del escultor italiano Giovanni Da Bologna (1529-1608). Un diamante de 25 kilates debajo de la cúpula y frente al salón de Los Pasos Perdidos marcaría el kilómetro cero de Cuba. Al ser robado en 1946 y recuperado en el año siguiente, se sustituyó por una réplica. El original se conservaría en el Banco Central de Cuba aunque después de ese último paradero conocido nunca nadie más lo ha visto.
Una escalinata de 55 escalones de granito conduce a la entrada principal ocupada por seis columnas dóricas, de 14m de alto y 1,5m de diámetro. A ambos lados, sendas esculturas de bronce de 6,7m, en representación de El Trabajo (figura de hombre) y La Virtud Tutelar del Pueblo (figura de mujer) completan la fastuosa entrada. El pórtico central, de 16m de alto y 36 m de ancho se sustenta en 12 columnas jónicas de granito. Tres puertas de 7,70m de alto y 2,35 de ancho constituyen el principal acceso al recinto.
Una tercera estatua de bronce en el Salón de Los Pasos Perdidos, La Estatua de la República, con sus 14,6m de altura -medidos de los pies a la lanza- fue en su momento la segunda bajo techo más alta del mundo. Tanto las de la entrada como esta bajo techo, fueron obra del también italiano Angelo Zanelli (1879-1942).
La cuarta estatua, una de las pocas existentes inspiradas en Lucifer, nombrada “El Ángel Caído” o “Ángel Rebelde” fue esculpida por el italiano Salvatore Buemi (1860-1916 ). Esta representación del diablo en actitud altanera, erguida, desafiante, señalando al cielo y no derrotada y humillada como suele ser habitual, ha despertado la imaginación e interpretación de críticos del arte.
La que fuera sede del congreso cubano, lo es desde 1959 del Ministerio de Ciencias y Medio Ambiente, de la Academia de Ciencias de Cuba y de la Biblioteca Nacional de Ciencia y Tecnología. Posee, además, un cibercafé y salas en las que se llevan a cabo reuniones, convenciones y asambleas: Salón Martí (antesala de la biblioteca y de estilo renacentista italiano), Salón Baraguá (antigua zona de trabajo para las secretarías de la Cámara de Representantes, de estilo neoclásico), Salón Baire (usado para conferencias y actos protocolarios de la Cámara de representantes) y el Salón Bolívar (con el mobiliario original y espejos venecianos).
Con un área total de 43.418 m2, 13.484 de inmueble y 26.391 de jardines y parques aledaños y ubicado en un entorno inigualable, de callejuelas, edificios coloniales -muchos de ellos en ruinas-, con el Gran Teatro a un costado, la esquina caliente en otro extremo, los carros viejos circulando, el bullicio de transeúntes y vendedores ambulantes es El Capitolio, sin dudas, una de las joyas de la arquitectura cubana y un sitio de visita obligada para cubanos y turistas foráneos.