La Iglesia de Reina, la más alta de Cuba y una de las más bellas de América
La Iglesia de Reina, o Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Loyola, es la más alta y una de las más hermosas de Cuba y de toda América.
Se alza majestuosa e imponente, en la conocida calle homónima por la cual el pueblo la nombra ignorando la última denominación (Avenida Simón Bolívar) dada a esta arteria, entre Belazcoaín (Padre Varela) y Gervasio, municipio Centro Habana, con su elevada torre de 50 metros, coronada por una cruz de bronce de 4–visible desde varios puntos de La Capital cubana–, sus 32 gárgolas y una gran variedad de estatuas.
Aunque hayas estado allí muchas veces, no es posible pasar frente a ella o entrar sin admirarse siempre casi tanto como la primera vez. En cada visita le descubres detalles nuevos a esta joya arquitectónica, considerada una de las construcciones religiosas más acabadas de la Isla. Cuenta con los elementos fundamentales que la ubican en el estilo gótico auténtico, por las altas bóvedas ojivales, el arco apuntado, los 69 ventanales amplios con sus luminosos y espléndidos vitrales que deslumbran desde el interior, los cuales representan la vida de Jesús, la Virgen María y pasajes de la existencia de San Ignacio de Loyola y otros santos jesuitas, y como otro elemento que apuntan al citado estilo están las paredes reducidas.
Desde Reina, calle en la cual se sitúa la parte frontal de la Iglesia, se observa la imagen tallada en madera del Sagrado Corazón. Su base constituye el capitel central que simboliza la parábola del hijo pródigo y a los dos santos guardianes: San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola. Por dentro su belleza es aún más sobrecogedora. Además de los magníficos vitrales, está el altar mayor: una verdadera obra de arte, realizada en alabastro, madera y bronce. Fue hecho en Madrid por el Reverendo Granda, traído en piezas y armado, bajo la dirección de este, en el lugar en que hoy se le admira.
La iglesia posee además uno de los órganos más elegantes de la Isla. Está conformada por una nave central que sostienen seis columnas laterales rematadas por capiteles ornamentados, los cuales terminan en el altar mayor. Allí sobresale una gigantesca imagen del Sagrado Corazón cuya actitud es la de estar bendiciendo a sus fieles. Dos conjuntos de animados grupos de santos, jesuitas y otros, así como doctores de la iglesia se sitúan a su derecha e izquierda. Otra de sus maravillas es el piso de la nave central compuesto de mosaicos de teselas de piedra y cristal con un impecable acabado.
Cuenta asimismo con dos naves laterales que forman una cruz latina, una dedicada a San José donde se halla también una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, muy apreciada por los habitantes del país, y ,al lado de esta, una bandera cubana. Mientras que el altar de la otra nave está consagrado a la Inmaculada Concepción. En él se encuentra el sagrario que guarda las hostias consagradas y al fondo se sitúa una escultura de la Virgen de Fátima.
Este hermoso templo “nació con el siglo XX", cerca de 1907, porque los padres jesuitas necesitaban tener un lugar dedicado a sus oficios. La idea de que fuera gótico provocó temor y oposición debido a los huracanes que solían azotar con frecuencia a la nación. Pero finalmente un jesuita vasco, experto en construcciones se ofreció para asumir la obra de conjunto con el arquitecto Eugenio Dediot. Se colocó la primera piedra el 7 de agosto de 1914 y en 1923, el 2 de mayo, fue consagrada por Monseñor Gonzáles Estrada, obispo, e inaugurada al día siguiente.
El financiamiento principal para la construcción del Sagrado Corazón, estuvo a cargo de los acaudalados miembros del a sociedad habanera de la época María del Carmen Zozaya, Narciso Gelats y Francisco del Valle y su esposa. Para reparar algunos daños producidos por el paso del tiempo se realizó en 1954 una restauración que no fructificó porque se usaron materiales distintos a los originales. Finalmente en 1996 comenzó una reparación capital, luego de un extenso estudio iniciado dos años antes, que implicó el cierre de la calle Reina. Esta labor fue llevada a cabo por la Oficina del Historiador de La Habana, así como por empresas españolas y francesas.