Descubre Turiguanó un pueblo holandés en un cayo cubano
Una increíble comunidad formada por varias decenas de casas de estilo holandés sorprende a todo aquel visitante que accidental o intencionalmente llega a la Isla de Turiguanó, ubicada al norte del Municipio de Morón y formando parte del archipiélago Jardines del Rey, a 478 kilómetros de La Habana.
Ese Cayo actualmente se encuentra enlazado a nuestra isla grande mediante un pedraplén, erigido para alcanzar por vía terrestre los polos turísticos de Cayo Coco y Cayo Guillermo; además de otro camino edificado para conectar el pueblito con tierra firme.
Allí fue construido, en 1965, un pueblo de 48 casas, luego de la intervención de esa gran propiedad, y como parte de un plan para incrementar el poblamiento y el nivel de vida en esta región olvidada de nuestro territorio nacional.
Desde los primeros años de la República de Cuba, primera mitad del siglo XX, existió una pequeña comunidad, que luego se dedicaría a la cría de vacas de la raza Santa Gertrudis, en una propiedad del norteamericano de origen judío Ezra J. Baker, un acaudalado latifundista que en la práctica venía siendo el dueño de toda la ínsula.
Al triunfo de la revolución cubana, los pocos habitantes que quedaban, en su mayoría eran carboneros o pescadores, vivían aislados del resto de la isla de Cuba, bajo condiciones de pobreza cuando comenzó a levantase para ellos un pueblito, que buscaba aumentar la población y elevar su nivel de vida.
Sin embargo, la verdadera rareza consistía en que estas viviendas tendrían un estilo holandés. Según se dice, Celia Sánchez, antigua combatiente guerrillera y compañera de Fidel, había visitado Holanda en la década de los cincuenta había quedado prendada con las fachadas y portales de madera de las viviendas neerlandesas.
Fue de esta manera como nació el Pueblo Holandés de Turiguanó, único de su tipo en Cuba, y en toda América Latina. Muchos dicen que las similitudes con Holanda partían también de aquel pie de cría vacuna, una actividad que distingue a los holandeses en el mundo.
Sin embargo, otros muchos refieren que se debía a la proximidad geográfica al mar de la islita cubana, con una historia que recordaba los ingeniosos y admirables esfuerzos del pueblo holandés por levantar todo un país restándole tierras también al mar.
El pueblito neerlandés dispone de diferentes tipologías constructivas, pero todas bajo el mismo patrón arquitectónico. Algunas de las viviendas son de dos niveles, mientras que el resto posee solo una planta. Disponen de portal, una sala, le sigue una cocina-comedor, un baño y tres o cuatro cuartos según el caso.
Al ser concluidas, fueron pintadas de color blanco, y techadas a dos aguas con tejares de color grana. Sus ventanas son de madera, mientras que las puertas interiores tienen una estructura de madera forrada con cartón vegetal.
Sobresalen sus vistosas e innecesarias chimeneas, siendo solamente un elemento decorativo, y también su base alta, que buscaba precisamente elevar el piso de la superficie pantanosa del cayo, mientras se buscaba uniformidad entre la altura de cada una de las casas.
Convertida hoy la cayería norte de la provincia de Ciego de Ávila en uno de los destinos turísticos más importantes de Cuba, hoy se brindan excursiones y paseos turísticos por Turiguanó como parte de ofertas extra hoteleras, que permiten observar los caballos de pura raza que se crían en la zona y también el ganado Santa Gertrudis, que quedó asentado aquí.
Pero ciertamente es el Pueblo Holandés, reconocido por su extraña prestancia europea en medio del caribe, quien sigue llevándose las palmas si de cautivar al visitante se trata.