El Hotel Riviera: un ícono que aún revela el esplendor de La Habana de los años cincuenta
El icónico Hotel Riviera, Monumento Nacional, poseedor de una las mejores vistas al mar en La Habana, Capital de Cuba, se erige desafiante a pesar de los embates de la naturaleza, justo donde se encuentran las calles Paseo y Malecón en El Vedado, municipio Plaza de Revolución.
Este magnífico edificio de casi sesenta años es un significativo ejemplo de la arquitectura racionalista del llamado Movimiento Moderno en la isla, se inserta con especial armonía en una zona de altos valores patrimoniales como el Malecón habanero y hoy está inventariado con Grado de protección I.
Es el excelente fruto de una labor constructiva donde se integraron de forma impecable arquitectos, artistas y diseñadores, y muestra una evidente influencia del racionalismo arquitectónico estadounidense de la década del 50 del siglo XX. Constituye uno de los escasos hoteles de América que preservan su autenticidad e integridad en el uso, el mobiliario, las obras de arte y la decoración.
Fue inaugurado el diez de diciembre de 1957 con un espectáculo a cargo de la actriz y bailarina norteamericana Ginger Rogers y era propiedad nada menos que del mafioso judío estadounidense Mayer Lansky. La construcción fue un escándalo en su época. Consta de 20 pisos y 352 habitaciones y uno de sus principales valores es la forma en que aprovecha el litoral de la urbe. Su atrayente diseño en forma de Y garantiza una preciosa vista del mar desde todas las habitaciones y también desde numerosos ángulos. Igualmente permite disimular los elevadores.
Otro singular atractivo es la Cúpula de lo que fue el casino (hoy Salón Internacional), revestida con cerámicas, azules y verdes visibles desde el exterior del inmueble. Este lugar era primordial en el hotel. De hecho la acústica del Riviera se diseñó para a atraer a los huéspedes hasta aquí, pues hacía que el sonido de las máquinas tragamonedas y las fichas se expandiera a muchos espacios de la instalación hotelera (Ecured). El casino fue cerrado luego del triunfo revolucionario de 1959 que prohibió el juego en Cuba.
La piscina es al aire libre y se afirma que observada desde una vista aérea tiene forma de ataúd y en determinado momento del día se percibe en ella una cruz en sombras (Ecured). Conserva su trampolín original y posee una plataforma de tres metros de altura. Mientras que a la entrada del Riviera, recibe al visitante la escultura La Sirena y el Pez de Florencio Gelabert. En la instalación existen además restaurante, buffet, una tienda, una peluquería, salón para fumadores, estacionamiento y un gimnasio.
Su interior es deslumbrante y único. Uno de sus elementos más notables es la escalera dorada helicoidal que es a la vez un ingenioso conjunto escultórico: conduce hacia el piso inferior y en su trayecto ascendente no llega a ninguna parte sino que termina suspendida en el aire para asombro de los observadores. En estos momentos no es visible porque el hotel se está restaurando.
Igualmente sorprendentes son las obras de arte que adornan el impactante lobby como Ritmo Cubano, también de Gelabert; el mural en altorrelieve y técnica mixta de Rolando López Dirube, en hierro y cobre, ubicado en la antesala del casino, el cual muestra signos del juego Abakuá y en el bar la única serie completa de Cundo Bermúdez en Cuba, Los Músicos, entre otras.
El Cabaret Copa Room, también conocido como Palacio de la Salsa, es uno de los espacios relevantes de la noche Habanera, donde se presentan famosas orquestas cubanas del género y pintorescos shows. Su escenario ha recibido a grandes figuras de talla mundial.
Tanto el Riviera como su cabaret Copa Room han acogido a personalidades como Abbot y Maurice Costello (comediantes), Alain Delon (actor), los boxeadores Rocky Marciano (EEUU) y Kid Chocolate (Cuba); el Cuarteto Las D’Aida, el gran pianista Chucho Valdés, la famosa bailarina y coreógrafa Alicia Alonso, el maestro músico Leo Brouwer y otros grandes.
Nació como el recinto hotelero que simbolizaba a La Habana de finales de los años cincuenta, con un lujo y esplendor inigualables y, a pesar del paso del tiempo, de los huracanes que lo azotaron y de la desatención, continúan revelándose y asombrando la grandeza y el refinamiento que tuvo en su época de oro este emblemático hotel cubano